El capitalismo emplea la violencia contra el individuo y contra la sociedad para imponerse. Se aprovecha de las situaciones de crisis (y las crea si conviene a sus intereses) para introducir impopulares y salvajes medidas de choque económico (terapia del shock) que, con frecuencia, se acompañan de otras de choque psicológico (represión policial, detenciones, etc).
Las privatizaciones de lo público y los recortes económicos y sociales de todo tipo son el primer paso establecido para llevar a cabo los siniestros planes delcapitalismo del desastre, para el que el individuo es tan sólo parte del instrumental que necesitan para satisfacer su codicia los que están al mando de la economía global, es decir quienes gobiernan el mundo.
La miseria planificada es su objetivo y el miedo su principal arma. Si el individuo teme perder su trabajo, su vivienda, su asistencia sanitaria, la educación de sus hijos… estará dispuesto a aceptar cualquier cosa con tal de retener al menos parte de todo eso. Aceptará reducción de salario, aumento de horas laborales, contratos por días u horas, supresión de pagas, pérdida de sueldo por baja laboral…. y hasta dedicar sus días libres a cortar el cesped del jefe si con ello le hacen creer que mantendrá su cutre situación.
Por miedo el individuo callará, renunciará a reclamar lo que le pertenece por derecho, y cuando no lo haga se recurrirá al terror psicológico y físico. Todo vale si se obtienen las ganancias que se pretenden. No es nuevo, ocurrió en Chile, en Argentina, en Polonia, en Rusia, en Sudáfrica… y ahora en Grecia y en España si no lo frenamos antes.
Tres son los pasos que propone la Doctrina del Shock, que coinciden con los defendidos por la política neoconservadora/neoliberal (¿hay diferencia?) imperante:
“En primer lugar los gobiernos deben eliminar todas las reglamentaciones y regulaciones que dificulten la acumulación de beneficios. En segundo lugar debenvender todo activo que posean que pudiera ser operado por una empresa y dar beneficios. Y en tercer lugar deben recortar drásticamente los fondos asignados a programas sociales.” (Friedman, Capitalismo y Libertad)
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