lunes, 24 de junio de 2013

Izquierda burguesa e izquierda nacional

Un socialismo auténtico jamás “prometerá” la “felicidad del mayor número” o el “paraíso social”, epítome de la demagogia de los charlatanes de feria los políticos , sino que se "comprometerá" a instituir la genuina isonomía helénica, es decir, la posibilidad igualitaria, para todos los ciudadanos, sin excepción, de acceder a la autonomía ética racional, la cultura superior y el conocimiento científico en un contexto social de libertad y de diálogo fundamentado. La temática de la izquierda nacional desborda una mera crítica a la actual política de inmigración que sólo pretendiera apuntalar el denominado “estado de bienestar” socialdemócrata en bancarrota convirtiendo a los inmigrantes en chivos expiatorios de los empleados autóctonos arruinados. Abandonamos esta inmunda tarea demagógica a la extrema derecha que pretende pescar actualmente en el río revuelto de la crisis económica. Por su parte, la izquierda nacional de los trabajadores aspira a instituir una alternativa de valores a la sociedad de consumo burguesa; de ahí su hostilidad a la globalización, un fenómeno que no se limita a la esfera económica y del que la política de “libre” circulación de mano de obra, verdadero desencadenante de la inmigración masiva y descontrolada, es sólo una consecuencia, aunque de enorme calibre. No se puede pretender, desde la izquierda, abandonar a su suerte a los trabajadores de la nación tildando de racismo y xenofobia la defensa de las legítimas reivindicaciones populares, pero tampoco cabe cuestionar este comercio con la “fuerza de trabajo” y el fomento del multiculturalismo, para luego dejar todo lo demás tal como estaba antes de la llegada de los inmigrantes.


Por otro lado, si se trata de amparar alguna identidad, habrá que ver de qué identidad estamos hablando, porque, para escándalo de los identitarios etnicistas y religiosos de derecha, la única identidad defendible desde la izquierda es la europea entendida como “cultura de la racionalidad” que hace posible el socialismo; el cual, por cierto, y ahora para escándalo de los izquierdistas internacionalistas, se ha dado en occidente, pero jamás motu proprio en otras civilizaciones. En este sentido, toda izquierda legítima sería nacional, lo sepa o no, lo quiera o no, porque sólo en un determinado marco histórico y cultural surgiría la posibilidad misma del izquierdismo en cuanto proceso de ruptura política enderezada a una creciente racionalización social.


Ahora bien, dicha transformación no culmina en “paraíso” alguno, pues, en primer lugar, trátase de un proceso sin término: el imperativo de racionalidad constituye una idea reguladora que no se confunde con la concepción religiosa secularizada de un “reino de Dios” en la tierra. Tanta sangre se ha cobrado este delirio profético bajo las dictaduras comunistas, que la izquierda nacional de los trabajadores no puede sino arrojarlo al “basurero de la historia”. En efecto, el comunismo, a causa de sus crímenes, es irrecuperable, al igual que el fascismo. No hay, por tanto, acuerdo posible con los marxistas-leninistas ortodoxos, creyentes, en definitiva, de una mera fe. La razón genera el concepto de una crítica filosófica históricamente, griega, pero en dicha noción ya está incluido el rechazo por principio de todo lo relacionado con una utopía profética históricamente, hebrea. La mezcolanza interesada entre uno y otro sentido de “progreso” -el utópico-profético y el crítico-racional- es la causa de todos los desastres de la izquierda y, por ende, del colapso axiológico de la civilización occidental.La vinculación de los bienes materiales de consumo con signos de estatus, superioridad humana y jerarquía social no es un hecho incuestionable, sino el resultado de determinados procesos de socialización típicamente burgueses; como tal, dicha “asociación mental” riqueza=valor humano existe sólo de hecho, pero puede ser suprimida por la educación obligatoria de un estado democrático y nacional que inculque valores éticos de sinceridad, objetividad y veracidad, los cuales entrañan a su vez la práctica de la comunicación lógicamente argumentada y del conocimiento científico. Así, de la misma manera que en las sociedades actuales el dogma nefasto de la adquisición egolátrica, fruto del “individualismo posesivo”, no deja de promoverse e incrustarse en la mente de los niños, y luego de los “consumidores”, a base de machacona publicidad comercial, cabe entender que otra “forma de vida” es posible sin apelar utopías proféticas pseudo religiosas de felicidad colectiva opulenta que nada tienen que ver con la ciencia o el pensamiento racional.


No ha existido, empero, una izquierda fundamentada en el contenido ético de la verdad. Toda izquierda, hasta el día de hoy, ha sido materialista y así lo ha reconocido con desafiante desparpajo. Que semejante izquierda se haya corrompido una vez conquistado el poder no debe extrañar: la traición al pueblo, el fraude y la impostura estaban inscritos implícitamente en sus valores hedonistas desde el principio. No era, pues, razonable esperar otra cosa. Ésta es la izquierda burguesa en un sentido genérico, a la que ya nos hemos referido más arriba al caracterizar a la burguesía y derivar de ella el liberalismo no a la inversa, primeras formas históricas de la izquierda.


En los tiempos de la Revolución Francesa 1789, la palabra “izquierda” mienta la burguesía y el capitalismo mercantil, es decir, el “progreso” que permitirá dejar atrás la desacreditada Edad Media. El vocablo “derecha”, por su parte, apunta en la dirección diametralmente contraria: el Antiguo Régimen, el legitimismo monárquico, el integrismo religioso y el dominio parasitario de la aristocracia terrateniente. Sólo cuando la burguesía conquiste definitivamente el poder social brotará el sentido contemporáneo de la palabra "izquierda". Liquidado el Antiguo Régimen y el sistema feudal por las imparables transformaciones históricas emanadas de la Revolución Industrial, la Revolución Científica y la Revolución Democrática, el capitalismo ocupa, en efecto, el espacio “conservador de lo existente” a la sazón, o sea, la derecha. Sólo entonces, desbordando el liberalismo democrático jacobino, se desarrollará un nuevo sentido del término “izquierdismo”, cuya temática central es el socialismo en tanto que alternativa a la sociedad burguesa capitalista en su conjunto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario