viernes, 7 de junio de 2013

Que ocurre con la extrema derecha??





Portada del diario YA el 26 de enero de 1977, dos días después de la matanza de Atocha

Un aniversario parece siempre una buena oportunidad para escribir. Hoy, por ejemplo, se cumplen 35 años desde que un grupo de extrema derecha atentara en la madrileña calle de Atocha contra un despacho de abogados laboralistas vinculados a CC.OO. Cinco personas murieron y otras 4 resultaron heridas. Otras veces, la confluencia de varios hechos con elementos similares puede funcionar a modo de disparador. El atentado que el pasado verano desató el pánico en Oslo y en una pequeña isla del país escandinavo o la sorpresa que ha provocado en Alemania descubrir que durante años había pasado desapercibida la actividad de un pequeño grupo neonazi parecen conducir a un interrogante: ¿qué ocurre con la extrema derecha?

La pregunta, a menudo, es otra. ¿Acaso estamos viviendo un repunte de la extrema derecha en Europa? Los medios de comunicación la formulan habitualmente al calor de las elecciones que, sobre todo en el centro y el norte del continente, suelen arrojar notables resultados para estas opciones políticas. Previsiblemente, las alarmas volverán a encenderse pronto. Francia entra en año electoral y las encuestas aventuran un buen resultado para el Frente Nacional que lidera la hija del mítico Jean-Marie Le Pen quizá todavía lejos del porcentaje de votos que en 2002 le permitió enfrentarse a Jacques Chirac en la segunda vuelta de las presidenciales. Pero, ¿existe alguna relación entre los grupos terroristas de corte extremista y los partidos de la misma sensibilidad?


La revista alemana, Der Spiegel, dedica un número a la banda terrorista que ha estado detrás de los asesinatos de varios inmigrantes.

En Alemania no parecen tener dudas. Los diez asesinatos atribuidos a la Nationalsozialistischer Untergund Nacionalsocialistas Clandestinos, un pequeño grupo neonazi que atentaba contra empresarios turcos y griegos, convencieron a Merkel de impulsar por segunda vez una propuesta para ilegalizar el partido neonazi NPD (Partido Nacionaldemócrata). Por incitar al odio y porque, al parecer, el NPD habría financiado buena parte de los grupos radicales del Este del país. Pero la iniciativa fue rechaza por el Parlamento con el mismo argumento que defendió en 2003: en las filas del NPD existen tantos policías infiltrados que su ilegalización les pondría en serio riesgo al revelar sus identidades.

El tamaño del escándalo aumentó por la ineficacia de los policías infiltrados y la sospechada permisividad que encontraron los terroristas entre las fuerzas de seguridad. En sí, el grupo habría tenido en trece años una actividad muy eventual además de los diez asesinatos, catorce robos y tres atentados con bomba. Pero su modus operandi era muy similar al del resto de terroristas de extrema derecha: señalar individuos anónimos, por lo general inmigrantes o personas próximas a ellos, para significar su rechazo a la sociedad multicultural que se ha construido en Europa. El grupo no habría tenido más de cuatro miembros dos de ellos se habrían suicidado y una tercera se ha entregado a la policía, atentando en distintas ciudades del país siempre con el mismo arma. Su número reducido y la escasa organización del grupo no son sino una característica propia de la extrema derecha, por lo general poco cohesionada y con escaso apoyo público.

Motivados por esto último, los terroristas de extrema derecha actúan a menudo en solitario. Ocurrió en Noruega a finales de julio de 2011 con un balance de 77 víctimas, pero ha sucedido otras veces con un saldo considerablemente menor. El caso de Anders Behring abrió también el debate sobre el terrorismo de extrema derecha y su relación con los partidos radicales. No tanto porque Behring hubiera pertenecido brevemente al principal partido conservador noruego Fremskrittspartiet -Partido del Progreso-, el segundo partido con mayor representación en el parlamento) como porque éste manifestó reiteradamente su intención de “consolidar fuerzas” con tres partidos de extrema derecha en Hungría país que cuenta con uno de los grupos terroristas más activos en Europa, HANLA así como su admiración por políticos como el xenófobo holandés Geert Wilders. Pero en su conexión con Behring, no se les puede imputar mucho más que compartir la misma ideología o, en último término, haber incitado al odio.


Imagen del centro de Oslo, el 22 de julio de 2011.

Y parece claro que no hubo más vínculos entre el terrorista noruego y los partidos de extrema derecha europeos. En principio, porque el modo de actuar de Behring responde a la lógica que siguen los “lobos solitarios”, término que se aplica a aquellos individuos que actúan de manera independiente e individual, sin pertenecer a ninguna organización terrorista de la que reciban órdenes o financiación. Y, además, porque resulta complejo alinear su pensamiento con el de cualquier tendencia ultranacionalista seguida por un partido político. Los lobos solitarios “suelen crear sus propias ideologías combinando aversiones personales con objetivos políticos y sociales de carácter más amplio”, explica Javier Jordán, especialista en terrorismo.

El caso de Anders Behring fue el más sonoro por la dramática letalidad del atentado en Oslo, pero no fue el único “lobo solitario” que actuó el año pasado. En Florencia, dos ciudadanos senegaleses murieron y otros dos resultaron heridos cuando un miembro de la extrema derecha italiana, Gianluca Casseri, disparó contra ellos en un mercado de la ciudad. La comparación entre ambos casos pone al descubierto una doble tendencia en el terrorismo de extrema derecha, que tiene entre sus objetivos no solo a individuos extranjeros hoy fundamentalmente población musulmana, en el pasado, judía sino también a personas de izquierda. Según EuroPol, las concentraciones y manifestaciones de grupos de extrema izquierda son hoy uno de los principales objetivos de la extrema derecha. Sin embargo, que muchos de los terroristas radicales sean “lobos solitarios” no hace sino dificultar notablemente la actuación de las fuerzas de seguridad que quedan a menudo alertadas por la actividad de estos grupos en internet. Los eventos musicales White Power Music y las concentraciones de hooligans, que reúnen frecuentemente grupos de diferentes países, han servido tradicionalmente para alertar a los investigadores. Fuera de ese circuito quedan los “lobos solitarios”, que no buscan en internet u otras plataformas colaboración sino más bien reconocimiento.

La amenaza del terrorismo de extrema derecha en Europa


Número de atentados y detenciones vinculados con la extrema derecha en Europa. Fuente: Informe TE-SAT EuroPol

Pocos argumentos pueden calmar el debate sobre la manifestación de la extrema derecha en Europa. Cuando se encienden las alarmas por el buen resultado de un partido radical en cualquier elección, el temor especula con la violencia(de este signo o del contrario. La precaución también. La extrema derecha siempre encuentra algún motivo para golpear con fuerza, y esta vez lo ha encontrado en la crisis económica que atraviesa Europa. Pero antes de eso ya había encontrado otros argumentos. Los partidos radicales están presentes en gran parte de los parlamentos nacionales o regionales del continente y esto no suele traducirse en la existencia de grupos terroristas que actúen en su territorio. Ha sido generalmente el este de Europa Hungría, Polonia, Chequia y Gran Bretaña los países más afectados por la actividad violenta de las organizaciones extremistas. En alguno de estos casos, la extrema derecha es políticamente residual como ocurre en Gran Bretaña. En el extremo contrario, Francia soporta uno de los partidos más longevos y populares sin una actividad relevante de los grupos de extrema derecha.

Las cifras que da a conocer anualmente Europol apuntan que el terrorismo de extrema derecha es hoy uno de los menos activos. A falta de conocer la cifra del pasado año y sin la actualización de los datos de años anteriores a la que obliga el descubrimiento del grupo terrorista alemán, el número de atentados perpetrados en la última década por organizaciones de esta ideología es muy reducido siempre, según datos de Europol. Un diagnóstico muy similar publicó el servicio de inteligencia alemán en un informe doméstico: “De nuevo, en 2010 no se han encontrado estructuras terroristas de extrema derecha”. La prensa no solo ha vuelto sobre ese informe para criticar la actuación policial, también revela un número de muertes atribuido a la extrema derecha próximo al centenar y medio a lo largo de las dos últimas décadas. A la luz de todo esto, el diagnostico parece claro. En primer lugar, la amenaza del terrorismo de extrema derecha ha sido habitualmente subestimado por la inteligencia y las fuerzas de seguridad, que tienen además un nada desdeñable desafío en la figura del “lobo solitario”. En segundo lugar, su vinculación con los partidos políticos es lo suficientemente discutida como para no impedir la actividad de estos. Pero no hay que subestimar su importancia: siempre revelan las tendencias de una ideología que, en ocasiones, lleva su extremismo hacia límites que se desbordan.

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