sábado, 26 de mayo de 2012

la falsa solidaridad...

..Ya lo decia Rousseau... "desconfíen de esos filantropos que van a buscar lejos de su país o de sus compatriotas unos deberes que desdeñan cumplir en casa"...
La solidaridad es una actitud moral que distingue a las personas decentes, es un sentimiento superior que enaltece al que lo profesa y ennoblece al que se ha hecho merecedor de él. No es una simple demostración superficial o convencional de simpatía, es identificación activa con un igual: la solidaridad no tiene sentido de ser con los diferentes, con los “otros”. Eso es un contrasentido, un error, un imposible, o entonces estamos confundiendo la solidaridad con la compasión, la caridad, la misericordia, la piedad que toda criatura viviente, incluso la más vil, tiene derecho a reclamar. La solidaridad sólo puede darse entre miembros de una misma especie, entre componentes de una misma familia, entre las partes de un mismo todo, entre grupos afines, entre seres que profesan una comunión de intereses, se reconocen una unidad de espíritu y participan de unos valores comunes.

La solidaridad significa coincidencia y afinidad con aquél a quien va dirigida. No se puede ser solidario con el enemigo, el adversario, el extraño, el ajeno, o con un exponente de degradación sin cubrirse asi mismo de oprobio ni ensuciarse con la mancha indeleble de la infamía. Un acto de esa naturaleza entrañaría abdicar de la propia estatura como consecuencia de un impulso indigno y un gesto equivocado. Toda vez que los valores son expresiones del espiritu, si los valores se corrompen es porque el espíritu está corrompido. Este es el verdadero sentido de la solidaridad actualmente en boga: una perversión espiritual, una aberración moral.Esta equivocada solidaridad es el síntoma de una profunda tara intelectual, la expresión inequívoca de un desequilibrio mental severo, la manifestación de una quiebra interior, de un extravío sin remedio.
La vocinglera moda de la presente solidaridad mediatizada en un derroche indecoroso de exhibicionismo farisaíco es, en la mejor de las eventualidades, una grosera impostura, y en todos los casos, un escándalo para la inteligencia humana, una afrenta al sentido común, una humillación para todo sentimiento elevado. Que esa encumbrada solidaridad sea celebrada como un valor supremo por la cultura dominante, seca, estéril e inhumana, habla a las claras de lo hundida y desorientada que está esta sociedad, aquejada de una devastadora subversión de los valores y ayuna de todo ideal verdadero, y volcada toda ella a una empresa de autosabotaje que es la prueba definitiva de la confusión en la que se halla. Tirar piedras a su propio tejado es la etapa última de la cretinidad, la firma auténtificada del desvario.


La mejor demostración de la falsedad de esta cacareada solidaridad es que pocas veces como hoy en España se había vivido una realidad tan huérfana de genuino hermanamiento entre compatriotas, un clima tan enrarecido de enfrentamiento entre hijos de un mismo suelo e historia, una alarmante y áspera desunión en medio de contínuas llamadas al odio entre españoles (de aquellos que quieren dejar de serlo contra los que pretenden seguir siéndolo), habiendo llegado a un grado tal de indiferencia e insolidaridad, cuando no de abierta hostilidad entre españoles de toda clase y condición, que vuelve risible y despreciable toda pretensión y exhibición de “buenas intenciones”, “amor al prójimo” y filantropía gaseosa: un festival de hipocresía travestida de ideales superiores, que es una de las peores plagas de nuestro tiempo.

Mientras la patria común amenaza ruina y nuestra casa se tambalea sobre sus cimientos corroidos por el veneno de la sedición, fuera arrecia con alegre inconciencia e insultante descaro la ruidosa cantinela de la solidaridad, el canto de todo lo extraño, la alabanza de todo lo enemigo, la exaltación del mal que nos aqueja y que nos habrá de llevar a la catástrofe. ..Fuente; Alerta Digital

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