domingo, 11 de noviembre de 2012

cuando Zapatero flipaba...

Cuando Zapatero imaginaba «acontecimientos planetarios»
Lejos quedan aquellos «acontecimientos planetarios» imaginados por «ministras de la zeja». José Luis Rodríguez Zapatero ocupaba en 2010 la presidencia rotatoria de la Unión Europea cuando soñaba escenificar en Madrid la reconciliación con Estados Unidos tras unos años de abierta hostilidad por parte del expresidente George Bush. Pero Barack Obama pospuso la cumbre. No fue la historia feliz que Zapatero hubiera deseado. Fue precisamente en ese mes de mayo cuando la Casa Blanca telefoneó a La Moncloa para pedir drásticas decisiones de ajuste.

Hoy, Obama afronta cuatro años más en la presidencia de EE.UU.. El deseo del Gobierno español. El ministro de Exteriores español, José Manuel García Margallo, lo reconoció esta semana: «Ha ganado el nuestro». A España le conviene más la actitud más laxa de Obama hacia la disciplina fiscal que el «modelo de austeridad a ultranza» defendido por el candidato perdedor Mitt Romney.

«La victoria de Obama nos favorece -explicó Margallo-. Los republicanos apostaban por una política presupuestaria muy rígida y nada de compra de bonos en el mercado». Además, la relación de Exteriores con Obama y la secretaría de Estado es «entrañable y estrechísima». El embajador de EE.UU. en España, Alan Solomont, espera que a finales de este año o a comienzos del que viene se produzca un encuentro entre Mariano Rajoy y Obama.
Bush ninguneó a Zapatero

En el año que lleva Rajoy al frente del Gobierno español ya ha podido coincidir con Obama en las cumbres de Seúl y Chicago. Zapatero solo viajó una vez a Washington para entrevistarse con Obama, en octubre de 2009. Durante los cinco años en que coincidió con George W. Bush no celebró ningún acuerdo bilateral. José María Aznar viajó hasta en nueve ocasiones para entrevistarse con presidentes estadounidenses.

La retirada de las tropas de Irak por parte de Zapatero convirtió en inexistentes las que en los últimos años habían sido unas excelentes relaciones, con Aznar como uno de los principales socios europeos de Bush. Los desencuentros continuaron en el desfile de la Hispanidad de 2004. El embajador estadounidense no asistió a la marcha en la que no desfiló la bandera norteamericana en respusta a la la actitud de Zapatero el año anterior, que no se levantó al paso de la enseña de EE.UU.

Al Gobierno de Bush tampoco le gustó la estrecha relación del Ejecutivo español con Cuba y Venezuela. Y mucho menos el procesamiento de tres militares estadounidenses implicados en la muerte del periodista español José Couso.

Con el tiempo, la labor diplomática acercó posturas en asuntos como la lucha antiterrorista y tras renovar Zapatero su mandato, en 2008 Bush expresó su deso de iniciar un «nuevo capítulo» hasta que en noviembre recibió al presidente español en la Cumbre del G-20 celebrada en Washington.
Unas expectativas exageradas

Zapatero recibió con entusiasmo la elección de Obama, a quien transmitió la voluntad de trabajar «con fidelidad en los objetivos» de las relaciones bilaterales. Unas expectativas exageradas, según la propia embajada norteamericana. Un cable señalaba: «Zapatero siente un parentesco espiritual con él en el plano personal. El Gobierno español podría tener expectativas poco realistas sobre lo pronto que visitará Obama España o Zapatero Washington». Obama nunca viajó a Madrid y sí a otros 46 países.

Nada queda de aquel «enamoramiento». Obama, en un debate electoral, puso a Zapatero como ejemplo de falta de reacción ante la crisis. El Gobierno actual, consciente de que EE.UU. prioriza el Pacífico sobre Europa, espera aprovecharse de la apuesta por el crecimiento de Obama frente a la rigidez de Berlín. Y, como indica el investigador Ignacio Molina, EE.UU. sigue estando entre los diez principales inversores en España. La cooperación en los últimos años en materia militar -guerra de Libia-, lucha contra el terrorismo y protección de la propiedad intelectual son los argumentos que esgrimirá La Moncloa para no perder peso como país aliado.

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