lunes, 30 de julio de 2012

manipulacion de las palabras

Se empieza perdiendo el dominio de las palabras y se acaba escapando el poder entre los dedos. Le pasó a Zapatero cuando en los debates electorales no admitía el término 'crisis' para la situación económica en España. Seguía pasándole a Zapatero cuando dijo 'nación' y a renglón seguido añadía que era un término discutido y discutible. Le volvió a pasar a Zapatero cuando se refería a 'misión de paz' y realmente aludía a la guerra de Afganistán y cuando hace unos días dijo 'parado' y adosó que si estudia es un 'trabajador' para su país.
Trampear con las palabras no ha sido exclusivo de Zapatero, pero hay que reconocerle unas dotes excelentes para encabezar la lista de quienes creen que son capaces de reescribir el Diccionario de la Real Academia.
El miedo a las palabras asfixia a los individuos. Las hay malditas, como 'cáncer', 'tumor' y 'sida', que se convierten en una 'larga enfermedad' en los obituarios . Y las hay con sentido doble, en función del titular en el que se coloquen. Por ejemplo, está bien visto y nadie va a acusarte de nada si titulas: "Despiden a una gitana por quedarse embarazada". Pero si el texto fuera "Un gitano apuñala a pensionista", entonces serías calificado de racista.
En los últimos años ha sido muy frecuente tropezarse con titulares como el siguiente: "Un empresario estafa a 5 ecuatorianos". Sin embargo se ha ocultado la nacionalidad cuando se han referido a "Un automovilista kamikaze provoca un muerto en la M-30". Nuestra sociedad ha convenido que hay etnias y nacionalidades 'víctimas del sistema', pero que esa misma condición de origen carece de relevancia cuando se convierte en verdugo.
Pasa aquí y pasa en el resto del mundo occidental. 'Un soldado judío mata a tres palestinos' raramente tiene su equivalente inverso en 'Terroristas palestinos matan a dos judíos'. Curiosamente los judíos pasan a ser 'colonos'.
Ahora en Francia están librando una enorme guerra de palabras. El país que ha acogido más generosamente a los inmigrantes -desde españoles hasta magrebíes-, donde su gobierno -Sarkozy es de origen húngaro- y su selección nacional de fútbol parece el Arca de Noé de las razas, es acusado por los nuevos ricos europeos de ser los racistas más crueles del mundo. El motivo es haber expulsado, por presencia ilegal, a ciudadanos de nacionalidad rumana y húngara que, por añadidura, son de etnia gitana. En Francia viven desde tiempos inmemoriales cientos de miles de zíngaros que forman parte del ser multirracial de esa nación, sin que su presencia haya estado condicionada por esta circunstancia. Pero a veces las palabras son hábilmente colocadas y donde debía decir 'Francia expulsa inmigrantes rumanos ilegales' dice 'Sarkozy expulsa gitanos'. Realmente es una discriminación que los titulares de los periódicos calificados como 'progres' desdeñen la expulsión de inmigrantes sin etnia definida y sólo clamen cuando es conocida su raza gitana.
Para ser más claro: sólo les preocupa convertir el fenómeno en un boomerang que conlleve acusación de racismo y se olvidan si el expulsado es de ojos azules. Esta distinción malintencionada revela el verdadero sentido de la palabra 'gitano', dispuesta a acompañar al político que intente regular, actuar o sancionar la actividad de un individuo, bajo la pena de convertirse en racista.
Vamos a ponernos de acuerdo que no hay nacionalidad, etnia o sexo que por su propia condición delinca. Son las personas las que, a título individual, cometen acciones punibles. Por eso, y ahora que estoy a punto de rematar esta columna, surge otra expresión que habrá que poner en cuarentena. Y es la de 'violencia machista', es decir la que nace del hombre por el propio hecho de serlo. ¿Pertenecemos la mitad de la población mundial a un género proclive al delito? ¿O es una palabra que a golpe de escucharla pasará al cementerio de lo insustancial?

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