jueves, 4 de octubre de 2012

el victimismo como arma..

                               

La herramienta de ingeniería social para construir la Cataluña ficticia forma parte de las líneas rojas que Mas no quiere traspasar.
Entre las pocas virtudes que le puedo atribuir al nacionalismo catalán, les confieso cierta admiración por la comparecencia de Artur Mas ayer en el Palau de la Generalitat. Perdónenme. A veces los no nacionalistas también tenemos nuestro corazoncito y sabemos reconocer los méritos de la tribu entre su insondable pozo de locuras.

Y es que no debe de ser sencillo -ni agradable- hablar durante dos horas sobre la necesidad de seguir haciendo recortes para reducir el déficit. Y todo ello sin perder la compostura en ningún momento, haciéndose la víctima inocente de un expolio sin mover ni un solo músculo de la cara y culpando a Madrid de todos los males mundiales de Cataluña. Pero, seguramente, ando equivocado y Artur Mas ayer no era Artur Mas. Tal vez Mas se hubiese disfrazado de Agripina, la nuera del emperador romano Tiberio que siempre se quejaba al emperador lagrimeando si fuese necesario y sin ningún tipo de razón. Y diríase que Artur Mas, como Agripina, necesita explotar el victimismo, quejarse de manera continuada, sentir que está oprimido y que hay una conspiración judeomasónica contra Cataluña.

Pero en esta película de Producciones Mas y cía., el argumento ya es consabido, léase cansino. En cierto modo, el nacionalismo no sería lo que es si no estuviese intrínsecamente unido al victimismo para justificar todos sus pecados. La culpa siempre la tiene Madrid. Y la Generalitat no es culpable de nada. Y poco importa que se les diga lo contrario. Complacerles resulta una quimera y hacerles razonar un diálogo de sordos.

Sin embargo, el que siempre culpa a Madrid de todos los males, tiene un historial digno de los mayores despilfarros habidos y por haber y que, en parte, explican la situación en la que nos encontramos los catalanes. ¿Será porque la construcción nacional sale muy cara? Es evidente. Y por eso es más necesario que nunca recortar 1.500 millones de euros y utilizar la tijera para podar hasta el tuétano los bolsillos de los de siempre, el sufrido contribuyente, asfixiado ya, y el funcionario de a pie, reduciéndoles un 5% los complementos salariales y los complementos que paga el Gobierno catalán a funcionarios del Estado, implantar una matrícula en los ciclos formativos superiores, suspender (de momento) la convocatoria de subvenciones, privatizar concesiones de autopistas que gestionan empresas públicas y despedir a trabajadores de empresas públicas. Eso sí. Para el lavado de cerebro nacionalista, cuyo epicentro es TV3 y sus seis canales y la publicidad institucional en los medios de comunicación afines -que no deja de ser una subvención camuflada- no se recorta. La herramienta de ingeniería social para construir la Cataluña ficticia forma parte de las líneas rojas que Mas no quiere traspasar.

Es evidente que resulta más cómodo no asumir responsabilidades y satanizar a los demás por sus pecados. Seguramente esta conducta, propia de necios, no sea más que la coartada perfecta para tapar las propias vergüenzas y generar cierto contento en la parroquia nacionalista. En Cataluña funciona a la vista de los votos, pero la mentira –como Goebbels-. no puede durar toda la vida. Porque algún día alguien tendrá que decirle a Artur Mas, y a sus correligionarios, las mismas palabras que le dijo el emperador Tiberio a Agripina. "Hija mía, si no oprimes, te crees oprimida".

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