domingo, 7 de octubre de 2012

memoria para unos, amnesia para otros


                       Los españoles de ahora suelen besarle el trasero al mismo diablo, si la ocasión se presenta. La muerte de Santiago Carrillo Solares, el responsable de las matanzas de Paracuellos del Jarama, a los 97 años, ocurrida a la hora de la siesta del martes 18 de septiembre, lo ha puesto de manifiesto.

La senectud despierta cierta ternura y hasta es posible que, ante la serenidad del anciano, se desprenda alguna mirada contemplativa. Sería deseable que San Pedro, cuando lo reciba a las puertas del Cielo, y antes de darle el pasaporte para su definitiva ubicación, no se entregue a la tarea de escucharlo, porque él, que era “ateo, gracias a Dios” (son palabras suyas), ha sabido vivir del cuento a lo largo de toda su vida engañando, incluso, a las vacas sagradas del militarismo soviético.

Pero no se puede traicionar a la Historia. En la biografía de Santiago Carrillo cae, sin remedio, su responsabilidad por los asesinatos ocurridos en la cercana población madrileña, entre los días 7 de noviembre y 4 de diciembre de 1936, sólo unos meses después de comenzar la Guerra Civil, aunque él ha intentado siempre eludir tal responsabilidad.

En un periódico de gran difusión, en las páginas dedicadas al ex líder comunista con motivo de su obituario, se puede leer que lo de Paracuellos fue “un gran número de militares sublevados presos que fueron asesinados cuando eran trasladados a Valencia”… y se olvidan que entre las diferentes sacas, también había civiles, ancianos, y personas que dudosamente pudieron haber puesto la República en aprieto alguno.

Probablemente las improvisadas, o poco revisadas, biografías de Carrillo Solares no cuenten que, lejos de ser un luchador, este personaje a quien sus propios compañeros de partido, que no de fatigas, llamaron “el escurridizo”, se ganó a pulso la desconfianza de todos ellos. Por ejemplo, a Enrique Líster no le caía bien. Se encontraron en Moscú, en mayo de 1939, en mayo y no en diciembre, como ha defendido Carrillo. LÍster escribió que apenas le conocía, que le había visto una o dos veces durante la Guerra pero nunca en el frente… Carrillo contó a la periodista Oriana Falacci que había peleado en una unidad militar a las órdenes de Modesto pero, curiosamente, nadie ha podido encontrar documento alguno que demuestre que Santiago Carrillo perteneció a una unidad militar a las órdenes de Modesto…

A Cipriano Mera –que volvió a los andamios al terminar la guerra, a dedicarse a lo que había sido su profesión antes de que la contienda comenzara, todo un ejemplo de comportamiento- no le caían bien ni Carrillo ni los comunistas en general, y participó junto al coronel Segismundo Casado, el socialista Julián Besteiro –el único que no huyó y esperó la entrada de los nacionales en Madrid instalado en los sótanos de un ministerio- y Wenceslao Carrillo, el padre de este personaje, en abortar el intento de golpe de estado comunista contra la misma República, encabezado por Negrín. En la ayuda para evitar el triunfo de Negrín también participó el general Miaja, con el que Carrillo apenas había tenido contacto, a pesar de la condición de asturianos y defensores de la República de los dos.

El 28 de marzo de 1939 Madrid fue entregado a los nacionales y Santiago Carrillo, que ya estaba en París, renegó de su padre por haber abortado los planes comunistas.

En el obituario al que he hecho referencia anteriormente, también se pueden leer unas declaraciones de Carrillo al periódico que publica la información, hace un año, lo siguiente: “la primera vez que tuve conciencia fue con seis años, cuando mi padre me llevó a una manifestación y vi cómo La Guardia Civil le detenía. Entonces ya supe que estaba en la parte de los que tienen que luchar contra el sistema”.

Pues, a tenor de su comportamiento posterior, no debió ser tan impresionante para él la detención de su padre porque con motivo de la pérdida de la Guerra Civil, tras el referido acto fallido de Negrín, escribió una carta famosa, que dio la vuelta al mundo, renegando de su padre por hacerle responsable de la suerte final. En dicha carta se pueden leer párrafos como el siguiente: “No Wenceslao Carrillo, entre tu y yo no puede haber relaciones, porque ya no tenemos nada en común, y yo me esforzaré toda mi vida, con la fidelidad a mi Partido, a mi clase y a la causa del socialismo, en demostrar que entre tu y yo, a pesar de llevar el mismo apellido, no hay nada en común…”

Un protegido de Stalin, que mientras los de su partido lucharon con mejor o peor suerte en la Guerra Civil española y más tarde, encuadrados en los ejércitos soviéticos, en la Segunda Guerra Mundial él estaba emboscado en la retaguardia o en un distante exilio en tierras americanas. Y cuando se quedó sin protector, diseñó un cuento, el eurocomunismo, para convencer a los ilusos.
el asesino

                            He visto con estupor que “la” Botella tiene intención de dedicarle una calle en Madrid. Estupor porque no entiendo qué clase de políticos tenemos, que ya no se diferencian en nada los de un color u otro porque si fueran los “rojos” se podría entender fácilmente, es cosa suya, pero que el partido en el que han confiado millones de españoles esperando librarse del yugo stalinista… quise decir zapaterista…, honre de esta manera a semejante genocida de madrileños, es ya para meterse en la cama, cubrirte la cabeza y no salir de ella hasta que te lleven al tanatorio.

Estos días he tenido que pasar de puntillas sobre muchas noticias para no vomitar. Todos los políticos, de cualquier signo, han loado hasta las heces a un despiadado asesino, tratándole como si fuera un honrado abuelito que además, hizo mucho por España. ¿Están todos locos? Mucho me temo que sí porque si no, no tiene otra explicación.

¿Cómo pueden olvidar que Carrillo era el amo de las checas de la calle Marqués de Cubas, de Bellas Artes y de Fomento, donde torturaba y mandaba asesinar? Que entre muchos, muchos otros, ordenó matar al duque de Veragua, descendiente de Cristóbal Colón, de edad avanzada y que ninguna acción política había emprendido en su vida. Que una vez muerto se acercó y le destrozó la cabeza con unos disparos de una pistola del nueve largo que llevaba bajo el tabardo. Y al ver que el duque llevaba una sortija, la hiena carroñera ordenó al Guardia de Asalto Ramiro Roig “El Pancho” quítarsela. Al no poder este, el buitre le dijo “¡Córtale el dedo, leches!”. El miserable asesino y ladrón de un descendiente del descubridor de América, ensalzado y honrado hoy, en estos tiempos de zozobra, oscuridad y vergüenza que vivimos.

No quiero olvidar a sor Felisa, del convento de Las Maravillas, de la calle Bravo Murillo, torturada en la checa de Fomento. Carrillo ordenó que le quemaran los pechos. Lo hizo Manuel Domínguez, alías “El Valiente” con un cigarro puro. Como puede constatarse, muy “valiente” el hijo de puta, torturando a una monja atada a una silla. Fueron muchos más, como el duque de la Vega y otras monjas, sor Felisa González y sor Petronila Hornedo Huidobro, del convento de Las Adoratrices que fueron detenidas nada más bajar del tren en la checa de la estación de Atocha el 13 de agosto de 1936 y apareciendo sus cadáveres en un descampado de la calle Méndez Álvaro el 31 de agosto, mostrando las fotofrafías en el Depósito Judicial varios impactos de bala en la cara y cráneo. Muchos, muchísimos crímenes porque sí, por el odio feroz, inexplicable, sin sentido, propio de salvajes sin sentido común, sin alma.

Pero la matanza de Paracuellos sobrepasó el horror. Durante los días 6, 7, 26 y 27 de noviembre las fosas no paraban de llenarse, cientos y cientos cada vez. Pero no se limitaban a matalos, les machacaban la cabeza con las culatas de los fusiles, con odio. Y Carrillo estaba allí, empujando los cadáveres hasta las fosas con el pie, o arrastrándolos de las manos o de los pies. Una orgía de horror y muerte.
¿A este miserable asesino y torturador se le rinden honores? Qué bajo hemos caído. Adiós, España. 

Un asesino compulsivo enterrado con honores nacionales
No hay la más mínima duda de que Santiago Carrillo fue un asesino compulsivo, un estalinista sin escrúpulos y que Paracuellos del Jarama es nuestro Katyn. Su mente criminal comunista hizo que esos asesinatos en masa, por encima de las cinco mil personas, incluidos niños, otros enterrados vivos, se llevaran a cabo con la saña inmisericorde del totalitarismo comunista: desarmando a las víctimas con el abuso de su esperanza y su instinto de supervivencia, con listas de traslado y puesta en libertad.

Este precoz criminal, que consideraba su padre a Stalin, que a lo largo de su vida siguió asesinando a compañeros de su partido en purgas inmisericordes, está siendo enterrado no en el sumidero de la historia, en la fosa común de las inmundicias humanas, sino en medio de honores nacionales, con el felón Borbón yendo a rendirle pleitesía, ensalzando su figura en aras de la reconciliación en aquel aquelarre de la transición, donde tuvo acomodo toda traición.

El monarca es la escupidera de todos los esputos patrios, el mayor culpable de todos los males que sufren los españoles, el personaje más nefasto de la historia de nuestra querida Patria. Carrillo y Juan Carlos, al fin y al cabo, pertenecen a un mismo orden moral: al de los traidores, empezando por sus padres.

Metáfora de España, de España vilipendiada en plena degradación de los valores: el mayor asesino es presentado de forma ejemplar por un sistema corrupto y depredador, en el que no queda nadie honrado, ni con la más mínima decencia, en el que se trata de robar lo más posible y saquear a los españoles. Un sistema criminal que lleva a los españoles al suicidio y al hambre es lógico –de una lógica perversa- que ensalce a los criminales. Carrillo fue un asesino. Harto estoy de tanta farsa de esta canalla, ¿y tú?

¿Hasta cuándo van a abusar de nuestra paciencia? A la memoria histórica del salmantino capuchino Padre Ramiro de Sobradillo (en el siglo José Pérez González) que fue muerto por la Fe en Paracuellos del Jarama, el 25 de noviembre de 1936, junto con otros noventa compañeros. A la memoria, no menos histórica, del anarquista sevillano Melchor Rodríguez García, miembro de la CNT, que murió en 1973 besando la cruz y sin renegar nunca de sus convicciones, en lo bueno y en lo malo.


Insólito pero cierto. Santiago Carrillo Solares aparece como un nuevo Godoy, “príncipe de la paz”, denunciando a la derecha y a la Iglesia. Nadie tiene la culpa de que a un nonagenario se le haya parado el reloj hace siete décadas, pero sí hay culpables de la provocación en pleno Congreso. Dijo Carrillo en las Cortes que cardenales y obispos “son los mismos que en 1936”. Ignora o parece ignorar que no sólo son distintos, pues el único que no ha cambiado es él, sino que ya hace setenta años dejaron de ser los mismos: fueron asesinados por su Fe doce obispos y un administrador apostólico.

Carrillo no parece haber leído el libro de Felix Schlayer, aunque él es protagonista, siendo además que el autor lo hace a través de fuente directa y biográfica de unos hechos que escandalizaron al mundo. No obstante lo anterior, Carrillo, ex secretario de las Juventudes Socialistas Unificadas y luego del PCE, cree que existe una “mancha profunda” que es el franquismo, aunque la vista cansada del “honoris causa” no advierte mácula en Paracuellos; tal vez se desangraron al afeitarse (eso sí, con las manos atadas a la espalda con bramante o cable eléctrico).


El genocida de Paracuellos

Carrillo, quien siempre se jactó de que se había dedicado a “la lucha contra la quinta columna”, luego ha negado conocer incluso la existencia de la villa de Paracuellos del Jarama. No sabemos a qué se debe su cambio de opinión en los años ochenta, pero bien podemos pensar en una cierta escasez de valentía, que ya le echó en cara el periódico “El Socialista” durante la guerra, al hablar de su miedo a ser detenido, que se habría manifestado, por lo demás, en términos realmente vergonzosos y escatológicos.

Parece que, sin embargo, Carrillo sí tiene memoria para atacar una y otra vez a la Iglesia y a quienes no piensan como él, pese a que luego habla de eliminar “la ira, los desafíos, los insultos” en la vida política nacional. Cierto que, al final, ha dicho en un acto de la Fundación Ernest Lluch que “corremos el peligro de tirar demasiado de la cuerda”, quizá dándose cuenta de que se está yendo demasiado lejos y que hasta en España, el cinismo en la política tiene un límite.

Es conocido y evidente que las víctimas murieron perdonando, con lo que no tiene objeto que se fragüen odios frente al pasado. Es claro también que debemos tomar ejemplo de lo que ha sucedido en 1936 como en todos los siglos de historia patria, para convivir y crear una España mejor, pero eso sin duda no puede edificarse con el concurso de quienes en su día no aportaron más que desgracia y hoy siguen, impenitentes, aferrados a su sectarismo.

Contrasta la actitud del comunista Carrillo, con la del fraile capuchino Ramiro de Sobradillo, y del anarquista Melchor Rodríguez García. El primero cayó en tierra de Paracuellos, tras un “juicio popular” que lo condenó a muerte por ser franciscano, sin duda “una grave ira, desafío e insulto” a la segunda República. Entregó su vida sacerdotal antes de que le diera tiempo a cumplir los treinta años.En cuanto al nombre de Melchor Rodríguez García, es el de quien durante la guerra salvó la vida de miles de presos arriesgando la suya y frente al empeño de los partidarios del primero en borrar del mapa al enemigo. Es, sin embargo y para vergüenza de toda España, un absoluto desconocido, que vivió modestamente de ser sucesivamente torero, calderero, chapista, sindicalista y agente de seguros (y héroe en sus ratos libres), sin que apenas un puñado de agradecidos le guardara amistad para siempre, y sin un merecido homenaje que nunca le llegó en vida. Para ellos no hay, que se sepa, memoria histórica que guarde un respeto por su ejemplar existencia. Vayan por ambos estas líneas.                                                   Con ocasión de la muerte del genocida Santiago Carrillo, bien fumado a los 96 años, se ha desatado un tsumani de alabanzas y hagiografías. Así navegan los surfistas en la cresta de la ola en casi todos los medios de esta democracia de la mentira. D. Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, aprovechó con la valentía que le caracteriza, a sentenciar la trascendencia histórica del personaje con estas palabras:

“ Una vida inmisericorde se encuentra con Dios misericordioso. RIP Carrillo, y que intercedan por él los que por él fueron mártires de Cristo” Y punto, porque no se puede decir más y mejor con menos palabras.

“Una vida inmisericorde”, porque Carrillo aprendió ya de niño en Gijón aquellas consignas que Pablo Iglesias lanzó con odio satánico contra la Iglesia en el VI Congreso del PSOE en Gijón, cuando dijo: “Queremos la muerte de la Iglesia, cooperadora de la explotación de la burguesía; para ello educamos a los hombres, y así le quitamos conciencias. Pretendemos confiscarles los bienes. No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros.”

Estas consignas las llevó a la práctica Carrillo con todas las consecuencias. El mismo día, 7 de noviembre de 1936, que trepó al poder como Consejero de Orden Público, una vez que el último miembro del Gobierno de la República huyó de Madrid a Valencia, en vista de que las tropas de Franco se habían asomado a la Ciudad Universitaria muy cerca de la Cárcel Modelo.

Ese día 7 de Noviembre comenzaron las grandes sacas en la Modelo. Los altavoces en manos de Serrano Poncela, Delegado de Orden Público, el segundo de a bordo de Carrillo, y a sus órdenes, suenan a las tantas de la noche aturdiendo a los miles de presos, que, apenas podían conciliar el sueño, distribuidos en los pabellones de militares, falangistas, curas y gente de derechas Era terrible escuchar aquel bando: “¡Atención, atención!: todos los que van a ser nombrados bajen con todas sus pertenencias”. Y sé por un testigo presencial, el General de Ingenieros, Excmo D. Julio Poveda Mena, entonces cadete de 22 años, preso en la misma celda de Muñóz Grandes, que la lista interminable, hasta 700 en una noche, era un suplicio de infierno.

Bajaban los nombrados, les quitaban las pertenencias, les ataban las manos a la espalda y… a los autocares sin juicio previo, sin abogado defensor, sin oírles en su defensa, camino del matadero a Paracuellos del Jarama. ¿Quién el máximo responsable? El “inmisericorde” Carrillo. Lean a Ricardo de la Cierva en “Carrillo miente”, donde la verdad es inapelable. Así salieron de las cárceles Modelo, Las Ventas y S. Antón miles de inocentes camino del martirio, desde el 7 de noviembre al 4 de diciembre del 36, fecha en que Carrillo fue destituido por Miaja.

Este es Carrillo, el que nunca piso un parapeto; el que a la hora de la derrota huyó como alma que lleva el diablo, dejando a todos los suyos en la estacada; el que, en los años cuarenta, lanzó a los maquís por el Pirineo, engañándoles con la garantía de que en cuatro días conquistaban Zaragoza, mientras él divisaba con sus prismáticos, detrás de la frontera, la ida y la vuelta a los cuatro días derrotados, sin poder atravesar los valles fronterizos de Navarra.

Pues bien, la Iglesia de Cristo, con entrañas de madre, ha escrito por boca de D. Jesús Sanz Montes el epitafio más bello y perdonador de la moral cristiana: que descanse en paz Carrillo y que los que por él fueron mártires de Cristo intercedan por él en el momento del encuentro de su vida inmisericorde con el Dios misericordioso.

Al día siguiente, el portavoz de IU como entendiendo no entiende de perlas evangélicas, le salió al paso en la prensa pidiéndole que no se inmiscuya en “los asuntos terrenales” “exigiéndole que se dedique a lo suyo”, como si lo suyo no fueran el deseo supraterrenal de la salvación de Carrillo, además de ser conciencia crítica de la sociedad ante la trascendencia histórica de la verdad de Paracuellos del Jarama donde, respondió diciendo: “alguna responsabilidad tuvo” el personaje en cuestión.


Un asesino menos

                     Si ayer asistíamos a la despedida de un personaje importante de la política actual española, Dña. Esperanza Aguirre, hoy, nos tomamos el café, con la definitiva despedida del asesino Carrillo. Y digo bien lo de asesino, porque fue el directo responsable de miles de muertes sin justificación, ni juicio previo con un mínimo de garantías. Muertes movidas por el odio y el resentimiento. Muertes, por las que jamás ha pedido perdón o ha mostrado arrepentimiento alguno.

Hablar sobre este personaje, sin que a uno se la abran las carnes, no resulta fácil. Para cualquiera con algunos años, o que ya peine canas, como es mi caso y que tenemos la memoria intacta y bien alimentada de infinidad de libros, de todo pelaje, sobre los hechos acontecidos en Españas desde 1931 en adelante, conocemos bien a fondo las andanzas del joven socialista, primero, comunista después, Santiago Carrillo.

Su afán de protagonismo en aquellos años le hizo aventajarse respecto de sus camaradas en la traída y llevada de checas a “paseíllos”, fosos y fosas comunes, con el único fin de medrar y llegar a ser alguien dentro de su partido.

La actual historia de esta mal llamada democracia, que amnistió generosamente al personaje en cuestión, no ha sido, al parecer tan magnánima, como para provocar un arrepentimiento de los crímenes de su juventud. Es más, alguna universidad lo ha colmado de honores. Si, esto es España, que ensalza a criminales y desprecia a sus mejores hombres.

Y vivimos cada día con la ignominia de aquellos que nos quieren hacer comulgar con palabras de las que no conocen su significado, como libertad, honor, democracia y demás monsergas (en sus labios).

Bien se han encargado, estos señores honorables que parieron la Carta Magna del 78, de hacer una claudicación al bando vencido de la guerra civil, de repartirles el Estado y concederles toda clase de privilegios. Como si tuviéramos que pedir perdón por haber llevado a España, tras una guerra civil, por ellos buscada y deseada desde 1934, (léanse actas del Congreso de aquella época), a la modernización, colocación de los cimientos de una sociedad moderna, de la creación de una clase media, esta que hoy, ellos mismo quieren erradicar, y que entonces no lo consiguieron.

Hoy descansan en paz miles de españoles asesinados sin otra causa que ser cristianos, o no transigir con las ideologías totalitarias de estos asesinos comunistas. Porque señores, el comunismo, solo ha traído muerte y pobreza allí donde se instala, más de 50 millones de muertos desde 1917. Aquí Carrillo fue el comisario de Lenin, la mano ejecutora de esa ideología exterminadora y totalitaria, que gracias a muchos y a la generosidad de tantos ha permitido que este asesino no haya sido juzgado.
Hoy descansan en paz, como decía, esos mártires y sus descendientes actualmente vivos. Espero y deseo que este asesino pene por sus crímenes por toda la eternidad.
Descansen en paz sus víctimas.
Pío Moa: “Carrillo ha sido el mayor terrorista español del siglo XX”
                                        Por Pío Moa.- ¿Qué representa Carrillo en la historia de España? En suma, ha sido el mayor terrorista español del siglo XX. Su ideología fue el totalitarismo staliniano, cuando estaba en el PSOE y cuando pasó al PCE, la práctica del terror desde el poder (la mayor matanza de prisioneros de la guerra) y el intento de volver a la guerra civil con el maquis, que ocasionó miles de muertos en los años 40. Sus fracasos le llevaron a intentar la infiltración –y contaminación– ideológica, presentada cínicamente como “lucha por la libertad” (la misma libertad del Frente Popular), en universidades y fábricas, a apoyar a la ETA, difundir la falsedad histórica y enmascarar sus intenciones. No ha tenido España mayor enemigo de la democracia.

Se objetará que durante la Transición se portó razonablemente, y hasta cierto punto es verdad; por lo menos más razonablemente que Felipe González, como recuerdo en La Transiciónde cristal. Supo hacer de necesidad virtud, ante el peligro de quedarse en una ilegalidad que beneficiaría al PSOE. Porque, como acertó Torcuato Fernández-Miranda, la oposición solo aceptaría la reforma democrática si se sabía débil, y nadie mejor que Carrillo conocía su debilidad. De haber tenido más fuerza, habría impuesto su rupturismo frentepopulista. Fue Suárez quien desbarató la sabia orientación de Torcuato dilapidando con las izquierdas y los separatistas el capital político heredado. En todo caso, aquella conducta más o menos razonable de Carrillo no contrapesa ni de lejos sus crímenes anteriores; por otra parte mantuvo siempre su ideología, la más totalitaria, insistamos, del siglo XX.

Él hablaba por entonces de su deseo de firmar la condena a muerte de Franco. Del hombre que había salvado a España de la revolución querida por Carrillo, que había evitado a España la guerra mundial, derrotado su maquis guerracivilista, presidido una era de prosperidad sin precedentes, diluido los odios fratricidas de la república e inaugurado la paz –que continúa– más larga y fructífera vivida por España en varios siglos. No son opiniones, sino hechos constatables, y alguien tiene que recordarlos frente a la mentira rampante. Hechos que han permitido el paso a la democracia a pesar de la mediocridad, las demagogias y ligerezas de quienes dirigieron el tránsito, como creo haber mostrado en el libro citado. El hombre, en fin, a quien ahora retiran los honores los mismos políticos que los conceden a Carrillo.

Resulta que esos políticos, muchos de izquierda y casi todos los del PP, provienen, familiar o directamente, del régimen anterior, son hijos y nietos de quienes, con grandes sacrificios, impidieron a Carrillo y los suyos imponer sus ideas y prácticas en España. Esos políticos escupen sobre las tumbas de sus padres. Es un aspecto más de su insondable desvergüenza: las gentes de la triple corrupción –intelectual, económica y sexual– que extienden como una peste sobre el país. La náusea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario