jueves, 4 de octubre de 2012

E.R.C....los miserables

                             
ERC es un partido con tendencias psicopáticas y con una incontrolable vocación exhibicionista
Es inevitable que en el oasis catalán haya partidos como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que lleven impreso un rebuzno en el ADN para, en ocasiones, dar carnaza a sus fieles y poder mantenerse en el papel cuché. Cosas de la fama, dirán ustedes. O de la competencia, dirían otros. A su izquierda tienen a López Tena y Uriel Bertrán, ese dúo de cómicos que sueñan con imitar a Joan Pera y Paco Morán, en La Extraña Pareja, si no fuera porque uno de ellos es charnego. Claro, eso ya es una especie de estigma que no conviene sacar a pasear.

A decir verdad, ERC es un partido con tendencias psicopáticas y con una incontrolable vocación exhibicionista. Es decir, no sólo hace el titiritero cada cierto tiempo, sino que necesita luz y taquígrafos en su proceso del ridículo. Algunos dirán que es su afición a ser salvapatrias, yo diría más bien que es su leitmotiv esquizofrénico. O séase, de lunes a viernes se dedican a calentar silla en los despachos y en el Parlament, corbata en mano. De ahí viene que el ex presidente del hemiciclo, Ernest Benach, saltara a las portadas del cuore Matrix, por algún asunto de tuneo de coches o por su fervor a viajar gratis et amore por medio mundo a costa del sufrido contribuyente, bajo la excusa de Fer país. Y los fines de semana ser la enxaneta de la gasolina que incendia los sentimientos patrios. Y de ahí, que el aquelarre de sus cachorros, la tradicional fiesta veraniega de las juventudes de ERC que tuvo lugar hace pocos días en Montblanc, la conocida como Acampada joven, terminase con la quema de banderas de España. Nada nuevo. Forma parte de una escaleta cuyos guionistas son los mismos que heredaron la mala costumbre de pertenecer a una banda terrorista –léase Terra Lliure- y cuyos productores que pusieron la pasta son la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento. Todo queda en casa. Son sólo algunos de los que hoy ocupan puestos públicos y que empezaron hace veinte años paseando las pancartas de Catalonia is not Spain por las calles de la olímpica Barcelona.
                                                          
Luego, de ahí viene el disparatado jacobinismo de Tardà, especulando con guillotinar a los Borbones cada vez que le hierve la sangre, el cobijo y la obsesión de Oriol Jonqueres, el actual inquilino del butacón, al Prou Expoli -mientras detienen por contrabando a ciertos exconsellers-, los delirios del mesiánico Carod-Rovira yéndose a Perpiñán a hablar con terroristas, la obcecación por la foto del duelo Carod-Puigcercós, jugando a ser Pimpinela –con barretina, por supuesto- o el racismo de fábrica del padre de la criatura, Heribert Barrera, que entre otras lindezas decía que en América los negros tienen un coeficiente intelectual inferior a los blancos o que la oleada de emigrantes andaluces era un plan para descatalanizar a Cataluña.

Démonos, pues, por satisfechos de que esas criaturas que cultivan el odio día sí y día también se dediquen a quemar banderas, aunque sea un ultraje y vaya con el patrocinio de nuestro dinero. Son los mismos que nacieron al auspicio de una banda terrorista llamada Terra Lliure que, pasada por el centrifugado de TV3, pretenden que creamos que fue una especie de ONG de ayuda humanitaria, que jamás practicó algo parecido al terrorismo y que sus casi doscientas acciones armadas, abrazadas a la bandera catalana, fueron sólo una broma de muy mal gusto. Al fin y al cabo, hoy sólo nos insultan, nos vilipendian y nos amenazan a los que dicen que somos sus enemigos. Ayer nos hubieran secuestrado, maniatado y disparado en una pierna a los que hubiéramos levantado la voz. Cosas de la democracia. Y estos son los que dan lecciones de ética, moral, patriotismo y código de buen gobierno. Acabáramos.

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